La globalización tiene dentro de sus interminables características, el hecho de ser un proceso que presenta una tendencia del mundo dominado hacia la uniformidad y la búsqueda de la eficiencia. En este contexto, la hamburguesa se ha convertido en un estandarte de la globalización alimentaria. Sin embargo, detrás de su aparente éxito y popularidad se esconde una realidad mucho más oscura: la degradación cultural y la erosión de la identidad culinaria a nivel mundial.

Un emblema de la uniformidad

La hamburguesa, nacida en Estados Unidos, ha logrado conquistar paladares en todos los rincones del planeta. Su rápida preparación y su fácil adaptación a diferentes culturas la han convertido en un símbolo de la homogeneización de la dieta mundial. En lugar de celebrar la riqueza y diversidad de las tradiciones culinarias locales, la hamburguesa impone una cultura alimentaria monótona y sin alma. Es una comida que se impone y desplaza a comidas locales de todo el mundo, es una conquista del mercado sobre nuestros paladares.

Este tipo de producto, al mismo tiempo, representa también la degradación de la calidad alimentaria. Como producto masivo se reconoce su origen en las ferias de Estados Unidos alrededor del año 1900. Producida en masa con ingredientes de baja calidad y altos niveles de grasa y sodio, la hamburguesa se ha convertido en un enemigo de la salud pública. La hamburguesa es un producto que nació para esconder la calidad de la carne con la que está producida. Al ser titurada, es más facil esconder y mezclar grasas, cartílagos y calidades de carne. La obesidad, la diabetes y otras enfermedades crónicas están directamente relacionadas con el consumo excesivo de este tipo de comida.

Un símbolo de lo rápido y masivo.

La hamburguesa no solo es un problema de salud, sino también cultural. Su consumo representa la adopción de un estilo de vida acelerado y poco saludable, donde la rapidez y la conveniencia priman sobre el sabor, la calidad y la tradición. En ocasiones no se resigna sabor, aunque el sabor vinculado a productos regionales y naturales es reemplazado por productos químicos desarrollados específicamente para estimular nuestras papilas. El pan esponjoso, sin durezas y con una resistencia a la descomposición que sobrepasa la semana; las salsas de laboratorio, la carne super procesada, las verduras que se meten para dar tranquilidad a la conciencia que algo de lo que estamos consumiendo parece real, aunque son producto de sistemas de producción hidropónico (la lechuga) y manipulación genética a los tomates.

Revalorizar lo propio

Frente a la omnipresencia de la hamburguesa, es fundamental revalorizar la riqueza de las tradiciones culinarias locales. Cada región del mundo posee una cultura gastronómica única que debe ser protegida y defendida. La recuperación de recetas ancestrales, el uso de ingredientes frescos y locales y la promoción de una alimentación saludable son esenciales para combatir la degradación cultural que representa la hamburguesa. Incluso discutir y reinventar las tradiciones. El asado de tira en Argentina es producto de la introducción de cierras industriales para cortar los huesos en los mataderos de 1880 y fruto de las sobras que los ingleses no querían consumir. La carbonara es una comida que sobrepasa en importancia histórica al Locro pero que es más tradicional en lo que hoy es Capital Federal y se preparaba con duraznos porque en esa zona había muchos árboles de durazno en la vía pública. El Kiwi y la frutilla se ha introducido en la zona de Mar del Plata y ya puede decirse que es un producto de cercanía.

La elección de qué comer es una decisión personal que tiene un impacto significativo en el mundo que nos rodea. Optar por una alimentación sana y responsable, basada en productos frescos y locales, es un acto de rebeldía contra la globalización alimentaria y la degradación cultural que representa la hamburguesa.

Es hora de tomar acción y rechazar la dictadura de la hamburguesa. Debemos defender nuestras tradiciones culinarias, promover una alimentación saludable y responsable, y luchar por un mundo donde la comida sea un símbolo de cultura, salud y bienestar, no de uniformidad, degradación y decadencia.

La hamburguesa no es solo un alimento, es un símbolo de los tiempos que corren. Es nuestra responsabilidad decidir si queremos seguir por el camino de la uniformidad y la degradación, o si queremos revalorizar nuestras tradiciones, vivir con sentido crítico, pensarnos en contexto y construir un futuro más saludable y sostenible.

De la hamburguesa a la Inteligencia Artificial.

Este análisis sobre la hamburguesa nos lleva a reflexionar sobre paralelos en otros ámbitos de la vida contemporánea, como el desarrollo de la inteligencia artificial (IA). Al igual que la hamburguesa se ha convertido en un símbolo de la homogeneización cultural y la búsqueda de la eficiencia, la IA podría representar un futuro en el que el pensamiento humano se vuelva homogéneo y estandarizado.

Imagen generada por IA Dalle-3 con el prompt: «Quiero una persona que sea la más representativa de la homogeneidad y globalización del mundo. Esa persona tiene que estar comiendo una super hamburguesa.»

Al igual que la hamburguesa, la IA tiene el potencial de ofrecer soluciones rápidas y eficientes a una variedad de problemas, pero también plantea desafíos en términos de diversidad y calidad de pensamiento. Si no se maneja con cuidado, la IA podría llevar a una homogeneización del pensamiento humano, donde las ideas innovadoras y diversas sean reemplazadas por un pensamiento uniforme y predecible. Dejar en manos de miles de computadoras la capacidad de dar respuestas a todos nuestros interrogantes, desde los más sencillos a los más complejos, es una delegación del ejercicio mental hacia un monopolio del pensamiento dirigido por grandes empresas que establecen los criterios de pensamiento a su necesidad. La IA no es ni libre ni inteligente, sino que genera contenidos y respuestas en función de parámetros establecidos y sesgados por quienes las construyen. Son respuestas construidas y procesadas por cientos de procesadores que pican, rebanan y mezclan los conocimientos construidos a lo largo de la historia por la humanidad y compartido en internet para ser devorado por las máquinas que mastican y condimentan el producto para ser facil y rápido de consumir.

Así como abogamos por la revalorización de las tradiciones culinarias locales frente a la omnipresencia de la hamburguesa, también debemos considerar cómo preservar y promover la diversidad de pensamiento en un mundo cada vez más dominado por la IA. La reflexión crítica sobre el impacto de la IA en nuestras vidas y la promoción de un enfoque ético y responsable en su desarrollo son fundamentales para garantizar que el futuro de la inteligencia artificial sea uno que celebre la diversidad y la creatividad humanas.

Biliografía

  1. «Comer animales» Jonathan Safran Foer. 2011. Editorial Seix Barral.
  2. «El imperio de la comida rápida: La hamburguesa como símbolo» por Eric Schlosser. 2002. Editorial Grijalbo.
  3. «La cocina y los alimentos: Enciclopedia de la ciencia y la cultura de la comida» por Harold McGee. 2007. Editorial Debate
  4. La inteligencia artificial o el desafío del Siglo. Anatomía de un antihumanismo radical. Éric Sadin. 2020. Editorial La Ley.
  5. «Superinteligencia: Caminos, peligros, estrategias» por Nick Bostrom. 2016. Editorial Teell.
  6. El algoritmo ético. La ciencia del diseño de algoritmos socialmente responsables. Michael Kearns, Aaron Roth. 2020. Editorial La Ley.

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